Lady Godiva



Según la leyenda en el siglo XI, había un hombre muy poderoso llamado Leofric. Señor de Coventry y conde de Chester y Mercia. Abusaba de su poder, hostigando a los habitantes de Coventry, con el cobro de altos impuestos. El conde tenía una mujer, que se llamaba Lady Godiva. En realidad su nombre real era Godgifu, pero que más tarde fue latinizado y paso a ser conocida como Godiva. Lady Godiva, harta de ver como su marido explotaba a los habitantes de Coventry, decidió mostrarle su descontento a cerca de los excesivos impuestos. Debió de insistir varias veces, hasta que consiguió que su marido la escuchara. Pues el conde, tratando de burlarse de su mujer y pensando que esta se sentiría herida. Le dijo, que bajaría los impuestos si caminaba desnuda sobre su caballo, por el mercado en el momento en que más gente habría. Este, debió dar por hecho que su mujer se sentiría molesta y que no reaccionaría.
Así que, una valiente Lady Godiva, se despojo de sus ropas y subió a caballo, paseando desnuda por las calles de Coventry. Cumpliendo así con la petición de su marido. Alguien que realmente no debió pensar que su mujer fuera capaz de responder de esa forma. Sin embargo, los habitantes de Coventry, en solidaridad con su heroína, decidieron encerrarse dentro de sus casas cerrando puertas y ventanas, en señal de respeto. Esta historia concluiría con un final feliz, pues Lady Godiva consiguió que su marido rebajara los impuestos.

Pero lejos de saber que se trata de una leyenda, más de uno se habrá preguntado si realmente todos respetaron a Lady Godiva. Si de entre todos, no hubo alguna persona que se aprovechara de la ocasión y de forma lasciva mirara a Lady Godiva desnuda.

Más tarde se encontró una versión añadida a esta leyenda, datada en el siglo XVII. Que cuenta, que de todos los habitantes, había un sastre, conocido como Peeping Tom (Tom el mirón). Que no pudo resistir a la tentación y miro a través de uno de los agujeros de la persiana de su casa. Y que por haber sido tan curioso, como castigo quedo ciego.
Tal vez proviene de esta leyenda la famosa expresión de mirón, como el propio nombre indica.

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